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'Malcom, el hijo del viento'

  • Foto del escritor: Tinguili
    Tinguili
  • 6 ago 2018
  • 2 Min. de lectura

Malcom es un jugador de desborde pero eso no significa necesariamente ser un futbolista de regate.

Neymar o Ronaldinho paraban para fijar a su marca, se aproximaban para enseñarle la pelota, fintaban y salían por el lado débil del contrario enseñándole el dorsal. La ventaja cualitativa de los maestros de la gambeta y de la pedalada.

Malcom crea otro tipo de desequilibrios. Malcom es hijo de Eolo, el dios griego de los vientos. Desmarques vertiginosos para atacar los espacios libres a la espalda de la defensa contraria.

Tirando paredes para alcanzar espacios vacíos en velocidad cuando los adversarios están parados. Controles orientados y a galopar. Un auténtico generador de ventajas cinéticas.

No me entiendan mal, Malcom no rehúye del uno contra uno. Al contrario, es experto en interpretar cuando su marca no tiene cobertura para tirarse un regate largo y dejarlo atrás en pocas zancadas.

Reconoce con facilidad cuando está en inferioridad numérica respecto de los defensores y no fuerza regates, protegiendo muy bien la bola con su centro de gravedad bajo y dando continuidad al juego.

Eso es oxígeno para cualquier equipo que aprecie la posesión y que juegue con la defensa a 50 metros de la portería.

Es un jugador de banda versátil, puesto que puede jugar en los dos costados y que en cualquiera de ellos tiene salida por los dos lados.

Posee muy buena técnica y toma de decisiones para los centros con su pierna izquierda pero muy limitado para esta acción con la derecha.

Malcom tiene gol. Su interpretación del juego le pone muchas veces sólo delante del portero y carga el disparo rápido para definir.

Además, tiene un buen disparo de media distancia que prueba siempre que la defensa le deja conducir de derecha a izquierda. Interior del pie izquierdo al palo largo, como Messi, Robben o Douglas Costa.

Malcom es un jugador de una personalidad fuerte y actitudes humildes. Salió de una favela en Sao Paulo, aún adolescente convenció a Mano Menezes, ex seleccionador de Brasil, en aquel momento entrenador del Corinthians para hacerle debutar y darle galones con 17 años.

Con 20 ya estaba tirando las faltas y los penaltis del Girondins de Burdeos. Ahora tiene 21 años, ha costado 41 millones de euros y ha dado una rueda de prensa como si le acabasen de subir del filial y tuviera todo por demostrar.

Esa humildad y esa cultura del esfuerzo se ven reflejadas en sus comportamientos defensivos. Malcom es un jugador muy solidario y disciplinado.

Además, tiene una buena interpretación del marcaje y una excelente anticipación lo que le permite anticipar e interceptar pases para jugar fácil y proyectarse al espacio, una y otra vez.

Dembélé y Malcom podrán jugar juntos el día que el Barça necesite abrir el ataque.

Hace varias temporadas que el Barça no tenía dos extremos puros de tanto nivel en la plantilla y eso abre un abanico de posibilidades a Valverde.

Artículo tomado de SPORT.es escrito por Agustín Peralta

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